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GEOPOLÍTICA DEL PETRÓLEO EN LA DINÁMICA MUNDIAL

 

La segunda revolución industrial, iniciada en 1870, significó un cambio en el modelo de crecimiento económico en el marco de la sociedad capitalista. El desarrollo tecnológico en este periodo supuso un cambio decisivo para la organización de la sociedad y las relaciones internacionales. Nos referimos concretamente a innovaciones técnicas concentradas que implicaron la utilización de nuevas fuentes de energía como el gas o el petróleo, y que dieron origen a la electricidad. Todo esto se combinó con la aparición de nuevos materiales y sistemas de transporte, tal y como sucedió primero con el automóvil y más tarde el avión. Inevitablemente, como decimos, esto tuvo sus consecuencias en la manera en que se estructuró la sociedad, y afectó tanto al factor trabajo como al sector educativo, sin olvidar, por supuesto, el tamaño, organización y gestión de las empresas.

En este punto es importante destacar que la segunda revolución industrial significó una alteración del patrón de desarrollo social, y con ello el modo en que se produce el cambio social. La aportación hecha por Ian Morris, historiador británico, es bastante esclarecedora a este respecto. Así pues, Morris relacionó el desarrollo social con los aspectos materiales del medio geográfico en la medida en que el ser humano extrae energía de su entorno y se reproduce. Todo esto desemboca en un aumento de la presión sobre los recursos de los que dispone, tanto materiales, pero igualmente intelectuales y sociales. Gracias a esta presión se producen las innovaciones con las que se tratan de superar dichas limitaciones.[1]

Sin embargo, es necesario matizar que como consecuencia de las presiones que se forman en el medio geográfico como consecuencia del desarrollo social, se produce una escalada en las rivalidades que existen en la esfera internacional. Esto es bastante claro en relación a la segunda revolución industrial, pues sirvió para generar una serie de presiones que impulsaron de manera definitiva la conquista de África por las potencias imperialistas occidentales, lo que en parte obedecía a la búsqueda de nuevos recursos al mismo tiempo que trasladaron a esta región sus rivalidades. A esto cabe sumar, a su vez, cómo el desarrollo social hace que a lo largo de la historia varíe la importancia geográfica de determinadas zonas. De esta forma lo que en un momento resultó ser una ventaja geográfica en otro se convierte en irrelevante o incluso en una desventaja. Esta circunstancia, en el contexto de la segunda revolución industrial, hizo que adquirieran una gran importancia regiones que previamente no habían tenido un gran interés. Esto es lo que ocurrió desde entonces con aquellos territorios en los que había yacimientos de gas y petróleo, lo que reorganizó las relaciones geopolíticas a escala mundial.

Este conjunto de cambios desencadenó una lucha por recursos naturales que, como el gas y el petróleo, adquirieron una importancia estratégica para el sostenimiento del poder político-militar de las principales potencias internacionales, y de esta forma lograr competir con éxito en la lucha geopolítica por la hegemonía mundial. Esto es lo que hizo que regiones como Oriente Próximo, Asia Central, etc., adquiriesen una importancia estratégica que hizo que las ambiciones de las grandes potencias se orientasen hacia su control.

En ámbito de la geopolítica nos encontramos con la aportación hecha por el geógrafo británico, y discípulo de Mackinder, James Fairgrieve. Este autor entendía que la producción y control de la energía había sido el principal fin de la humanidad a lo largo de la historia. Se trata de un punto de vista que considera que la historia es producto de la geografía desde el momento en el que la energía tuvo que se producida a partir de los recursos que ofrece el entorno físico. Consecuentemente el medio geográfico determinó la dirección y el éxito de la búsqueda de la energía. Este geodeterminismo condujo a Faigrieve a considerar que la posesión de energía constituye el principal atributo del poder en la esfera internacional en el mundo moderno, lo que ha servido para desplazar el centro de poder o los centros de poder internacional hacia las nuevas fuentes de energía.[2]

No cabe duda que la dependencia de los Estados de los recursos fósiles ha hecho que los hidrocarburos afecten de un modo decisivo a la dinámica mundial, y muy especialmente a la competición que mantienen las diferentes potencias. Al fin y al cabo sus respectivas economías son dependientes del gas y del petróleo, y consecuentemente de las principales rutas a través de las que son abastecidas. De esta manera nos encontramos por un lado con las regiones del planeta que concentran la mayor proporción de gas y petróleo, y por otro lado las zonas de tránsito por las que estos recursos son transportados. Nos referimos tanto a las rutas marítimas como a los diferentes oleoductos y gasoductos.

Oriente Próximo, África, la cuenca del Caspio, Siberia y Asia Central son los lugares en los que se concentran los principales yacimientos de gas y petróleo. A esto hay que añadir la existencia del cártel petrolero de los países de la OPEP que ejerce un oligopolio sobre la producción mundial de petróleo, y que dada su posición tienen la capacidad de determinar el precio del barril de crudo. Esto hace que la importancia geopolítica de los territorios que abarcan los Estados miembros de la OPEP sea de vital importancia, especialmente para los países desarrollados. Pero del mismo modo son igual de importantes las principales rutas por las que transita el petróleo mundial. Nos referimos al Golfo Pérsico, el canal de Suez, el Golfo de Adén, el estrecho de Malaca y el Pacífico. También hay que añadir los principales gasoductos y oleoductos que conectan los principales centros de extracción con los grandes centros de consumo, como ocurre con las líneas de abastecimiento que hay entre Oriente Medio, Rusia y el Mediterráneo meridional con Europa.

En la sociedad tecnoindustrial actual, en la que los hidrocarburos no sólo son una fuente de energía, sino que además están presentes en multitud de productos derivados, nos encontramos con que el petróleo como tal, pero también el gas, se ha convertido en un instrumento de coacción económica, financiera y política en el marco de las complejas relaciones internacionales que se han articulado en torno al oro negro. Las presiones que son ejercidas por los países de la OPEP son bastante elocuentes en este sentido, pero lo mismo cabe decir de las relaciones entre Rusia y Europa, marcadas por la desconfianza, sin olvidar el papel que desempeñan países de paso para el tránsito del petróleo, como sucede con Ucrania o con Turquía. No es sorprendente, entonces, que la doctrina de seguridad nacional estadounidense considere fundamental que el Golfo Pérsico permanezca abierto para, de este modo, garantizar la estabilidad del precio internacional del crudo.

Los recursos fósiles, dado su carácter fungible y limitado, son disputados por las diferentes potencias, y como consecuencia de esto no son pocas las disputas territoriales para controlarlos. Sin embargo, es importante señalar que ha sido exagerada la importancia del factor energético en la dinámica geopolítica internacional. Esto es lo sucedido, por ejemplo, con las guerras desatadas por EEUU en Oriente Medio, y que han sido presentadas ante la opinión pública como una lucha por el control del petróleo en la región.

Este punto de vista otorga al petróleo, y en general a los recursos fósiles, una importancia desmedida a la hora de marcar la agenda política internacional. Por el contrario es necesario ubicar en su justo lugar el papel desempeñado por la energía en un contexto más amplio donde otras problemáticas, como la demográfica, los flujos migratorios, etc., juegan un papel preponderante a la hora de influir y orientar la dinámica geopolítica mundial.

 

[1] Morris, Ian, ¿Por qué manda Occidente… por ahora?, Barcelona, Ático de los libros, 2016

[2] Fairgrieve, James, Geography and World Power, Londres, University of London Press Ltd.,1948