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¿LA GEOPOLÍTICA ES UN MÉTODO?

 

La respuesta más sencilla y rápida es que no, la geopolítica no es un método. Tampoco puede serlo por la razón de que no existe una geopolítica como tal. Es decir, dentro del campo de conocimiento que abarca la geopolítica nos encontramos con diferentes geopolíticas, y consecuentemente con distintas aproximaciones a un mismo objeto de estudio.[1] Debido a esto no existe un acuerdo acerca del modo en el que debe ser analizada la realidad política desde una perspectiva geopolítica, y por ello mismo no hay acuerdo tampoco en cuanto a los estándares y métodos que deben regir en los análisis geopolíticos.

La geopolítica más bien es un enfoque, una manera de ver la realidad al ofrecer una perspectiva que pone el acento en la relación que existe entre el medio geográfico y los fenómenos políticos. Si existiera una única geopolítica, y con ella una definición clara y ampliamente aceptada de cuál es su objeto de estudio, y además de esto el modo que dicho objeto de estudio debe ser abordado, con unos estándares epistemológicos y metodológicos aceptados por la comunidad de estudiosos dedicados a la geopolítica, sí podríamos referirnos a la geopolítica como un método, e incluso como una ciencia. Pero lo cierto es que ninguna de estas condiciones se dan en la actualidad y tampoco se han dado en ningún momento pasado.

Por todo esto cabe incidir en que la geopolítica es, ante todo, una manera de enfocar la realidad y de entenderla, pues plantea un punto de vista que pone el énfasis en el papel del medio geográfico en su influencia sobre los fenómenos políticos. Sin embargo, el hecho de que las diferentes escuelas geopolíticas le asignen un papel diferente a dicho medio geográfico a la hora de explicar su relación con los fenómenos políticos, y de un modo más específico las relaciones de poder, es lo que impide que podamos referirnos a un método geopolítico. Cada corriente geopolítica plantea su particular forma de analizar la realidad, pues parten de premisas ontológicas y epistemológicas diferentes que dan lugar, a su vez, a metodologías dispares que producen, asimismo, conclusiones diferentes e incluso contradictorias. A pesar de esto no han sido pocos los autores que se han referido a la geopolítica como un método, o que por lo menos la han entendido en esos términos. Esto hace conveniente exponer el planteamiento del que partían estos autores para contrastar su postura intelectual con lo que aquí sostenemos.

Podríamos comenzar por aquellos que consideran que la geopolítica es una técnica, lo que, en definitiva, significa concebirla como un método en el modo de abordar la realidad para generar análisis y conclusiones. Este es, por ejemplo, el caso de Andreas Dorpalen, quien enfatizó la importancia de que la geopolítica integra diferentes aspectos de la realidad que guardan relación con las aportaciones hechas por un conjunto muy diverso de disciplinas.

Dorpalen afirmó lo siguiente: “En consecuencia, la geopolítica es una técnica política que se basa en los descubrimientos de la geografía –especialmente de la geografía política-, la historia, la antropología, la geología, la economía, la sociología, la sicología y otras muchas ciencias que, combinadas, pueden explicar una situación política determinada. Infunde movimiento a estos descubrimientos, los considera como fuerzas dinámicas vivientes organizadoras del desarrollo de los acontecimientos políticos que, a su vez, después de un cuidadoso análisis y evaluación, pueden ser guidas [SIC] por caminos preseleccionados”.[2] De esta afirmación se deduce la suposición de que existe una lógica geopolítica que es capaz de articular información de lo más diversa en sus análisis, y con ello producir conocimiento geopolítico.

Pero Dorpalen no es el único en sostener este planteamiento. Así, Michel Foucher no dudó en sostener que la geopolítica es un método, y que ello se percibe en la práctica que es propia de una geopolítica plural. Una pluralidad que la concibe a partir de los diferentes elementos que esta es capaz de integrar en sus estudios como es, por ejemplo, la formación territorial de los Estados contemporáneos y sus fronteras, las situaciones de tensión actuales y previsibles, los diferentes fenómenos nacionales y étnicos, el papel que juegan en el espacio los grupos religiosos, étnicos, políticos, etc. Así pues, la geopolítica, entendida según este registro, es un método, y no se limita al estudio de las relaciones internacionales o interestatales, sino que también tiene en cuenta la estructuración interna de los Estados y de las naciones.

La postura de Foucher puede sintetizarse en la siguiente cita: “La géopolitique est une méthode globale d’analyse géographique de situations socio-politiques concretes envisagées en tant qu’elles sont localices, et des représentations habituelles qui les décrivent. Elle procède à la détermination des coordonnées géographiques d’une situation et d’un processus socio-politique et au décryptage des discours et des images cartographiques qui les “accompagnent””.[3]

Los dos ejemplos anteriores son probablemente los más claros que existen entre aquellos autores que consideran que la geopolítica es un método. Cabría añadir a otros autores, especialmente todos aquellos que han visto la geopolítica como una ciencia o técnica política. En lo que a esto respecta no es desdeñable lo sugerido por Pierre Celerier, quien concibió la geopolítica como una especie de método en el análisis de las relaciones internacionales al incluir prácticamente todos los factores de la geografía. De hecho, su particular manera de entender la geopolítica le condujo a desarrollar su propio método en el análisis geopolítico a partir de la identificación de factores estables y variables entre los que se produce una estabilidad dinámica.[4]

El principal problema o defecto de estos puntos de vista radica en el hecho de que consideran que existe una lógica geopolítica, y que esta es la que conduce los análisis realizados en este campo de conocimiento, pues su supuesta validez se asienta sobre una base objetiva y neutral de la que es su reflejo. Se trata de un planteamiento que da prioridad a las cuestiones epistemológicas, relativas al acceso al conocimiento, sobre los fundamentos de la propia geopolítica, y que por ello asume una ontología materialista que da por hecho que la realidad que la geopolítica aborda es objetiva. Por tanto, esa misma realidad sugiere la existencia de una racionalidad interna en los procesos y fenómenos que la geopolítica se encarga de estudiar para, así, dilucidar las consecuentes leyes que los rigen por medio de sus análisis y de las conclusiones que se derivan de estos últimos. De esta manera se produce conocimiento, pues este es fruto de un procedimiento, en definitiva, de un método, que es reconocido como válido al partir de unos estándares reconocidos que hacen que sus resultados puedan ser contrastados con la realidad.

Por otra parte hay que añadir que este tipo de planteamientos se aproximan en muchos aspectos a los enfoques geodeterministas, lo que significa dar una importancia decisiva a los factores de la geomorfología en detrimento de la geografía humana propiamente dicha. Esto significa olvidar que la geopolítica tiene como objeto de estudio antes que nada la realidad de las sociedades humanas, y que las aportaciones de la geografía física no son suficientes como para establecer un método racional, objetivo y universalmente válido que permita dilucidar, a su vez, leyes de ningún tipo para explicar las relaciones entre el medio geográfico y los fenómenos políticos y sociales. La razón es bien simple, el ser humano, y por extensión la sociedad, es una realidad voluble, contingente, que permanentemente está constituyéndose y reconstituyéndose. La historicidad del ser humano impide que la geopolítica pueda ser planteada en los términos de una ciencia nomotética como sugieren aquellos que sostienen que puede ser considerada un método. El ser humano no obedece a los determinismos propios de los fenómenos de la naturaleza donde el agua se congela a los 0º C.

Precisamente por esa indefinición de la condición humana, y por tratarse de una realidad que está en permanente cambio, la geopolítica ha resultado ser un ámbito de conocimiento en el que han emergido diferentes métodos o formas de concebir la geopolítica a la hora de analizar las interacciones entre el medio geográfico y las sociedades políticas. Esta es la razón por la que tenemos que hablar de una pluralidad de geopolíticas y no sólo de factores que la geopolítica, considerada globalmente, eventualmente integra en sus análisis. Pues, como decimos, no existe una lógica geopolítica como tal debido a que su objeto de estudio son sociedades muy diferentes, tanto por su composición interna, su organización e historia, como por el lugar que ocupan, lo que genera, a su vez, experiencias diferentes del espacio geográfico que no son equiparables. Esto es aún más importante si tenemos en cuenta que el espacio geográfico no es uniforme, sino heterogéneo, lo que se refleja en su relación con las sociedades humanas que lo habitan. En este sentido la geografía admite infinitas combinaciones y configuraciones posibles, de lo que se derivan, asimismo, infinitas maneras distintas de experimentarlo.

En conclusión, no existe un método geopolítico como tal sino diferentes maneras de abordar un mismo objeto de estudio que es contingente, y que ello mismo impide que sea reducido a categorías objetivas y universalmente válidas para su análisis. La geopolítica, por el contrario, es una manera de enfocar la realidad al centrar su atención en la relación que existe entre el medio geográfico y los fenómenos políticos que operan en este. Sin embargo, como decimos, esto admite múltiples enfoques, y consecuentemente diferentes formas de concebir la geopolítica, lo que nos obliga a hablar de geopolíticas y no tanto de geopolítica.

 

[1] A veces ni siquiera existe acuerdo en torno a cuál es el objeto de estudio de la geopolítica, por lo menos si prestamos atención a lo dicho desde la geopolítica crítica con su problematización del proceso de teorización.

[2] Dorpalen, Andreas, Geopolítica en acción. El mundo del Gral. Haushofer, Buenos Aires, Pleamar, 1982, pp. 18-19

[3] Foucher, Michel, Fronts et frontières. Un tour du monde géopolitique, París, Fayard, 1991, p. 35

[4] Celerier, Pierre, Geopolítica y geoestrategia, Buenos Aires, Pleamar, 1983, pp. 17-31