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¿LA GEOPOLÍTICA ES UNA CIENCIA?

 

La respuesta fácil y rápida para esta pregunta es que no. La geopolítica no es una ciencia, al menos si entendemos por ciencia un sistema de conocimientos ordenados y obtenidos a través de unos métodos reconocidos como válidos que establecen relaciones de causa y efecto. Este es, por ejemplo, el caso de las ciencias naturales en las que son establecidas, a partir de la identificación de ciertas constantes en los patrones de comportamiento de los fenómenos estudiados, relaciones de carácter determinista con una causa y un efecto que son en todo tiempo y lugar los mismos.

Sin embargo, nos vemos obligados a apuntar que la geopolítica, pese a no ser una ciencia en sí misma, atravesó un debate inicial que giró precisamente en torno a las diferentes concepciones de la geopolítica, y por tanto al tipo de conocimiento que le correspondía producir. En este sentido hay que destacar que una parte de los estudiosos de finales del s. XIX y principios del XX trataron de convertir a la naciente geopolítica en una ciencia nomotética. Las corrientes geodeterministas que hicieron del medio geográfico el factor determinante de los fenómenos humanos, y de un modo particular de la organización política de las sociedades, fueron las que abogaron decisivamente por un desarrollo de la geopolítica en un sentido nomotético. Este es el caso de la geografía política alemana, más tarde la Geopolitik, pero también de una parte de la geografía americana.[1] Así, estas corrientes intentaron establecer nexos causales entre la configuración del territorio y el poder político. Todo esto es comprensible debido a que los precursores de la geopolítica en Alemania procedían en su mayoría de las ciencias naturales, sobre todo eran biólogos, con lo que trataron de aplicar la misma metodología de las ciencias duras al terreno de las relaciones entre el medio geográfico y la sociedad.

Lo anterior contrasta con el punto de vista de quienes abogaron por el desarrollo de la geografía, y en última instancia de la geografía política, como una ciencia idiográfica que aborda el estudio de las relaciones entre el ser humano y el medio geográfico de una forma comprehensiva. Este es el caso de la geografía francesa que, bajo la influencia de Paul Vidal de la Blache, desarrolló una metodología diferente de estudiar las relaciones entre geografía y política. Así pues, la escuela geopolítica francesa partió de la importancia que confirió a la historicidad como un factor presente a la hora de abordar el estudio de los fenómenos tanto geográficos como políticos. Esto se concretó en el estudio de las diferentes formas de Estados y su evolución a lo largo de la historia. Por tanto, los cambios geopolíticos eran concebidos en términos holísticos, lo que diferenció a esta corriente de su homóloga alemana y su determinismo geográfico. De este modo la geografía física juega un papel más junto a otros factores de diferente naturaleza como la cultura, la sociedad, etc., lo que exige el estudio de sus orígenes y fases de desarrollo. Se trata, en suma, de un enfoque comprehensivo que centra la atención en el desarrollo histórico de las formaciones políticas en un medio geográfico particular.[2]

Lo cierto es que la ciencia fue desde el principio un instrumento para tratar de validar los análisis y conclusiones geopolíticas que extraían los diferentes autores. Esta fue una constante en la geopolítica francesa y alemana a pesar de sus importantes divergencias intelectuales en el plano epistemológico. Así, pese a las críticas que los geógrafos franceses hicieron de la geografía alemana nunca cuestionaron la cientificidad de la geografía como tal, independientemente del lugar que le asignasen, en muchas ocasiones como mera auxiliar de la historia. Sin embargo, el modelo de ciencia que defendían para la naciente geopolítica era de carácter idiográfico, lo que significaba que la investigación se desarrollase en unos términos diferentes al de una ciencia nomotética. Prueba de esto es que la geografía francesa se caracterizó por producir monografías y análisis descriptivos al poner el acento sobre la importancia del carácter contingente de las formaciones políticas, en lugar de elaborar leyes generales. En gran medida esto se explica por el hecho de que la geografía en Francia se formó a partir de la historia, de manera que fueron historiadores los que moldearon esta disciplina en aquel país, lo que conllevaba la utilización de métodos comprehensivos en el estudio de la realidad geográfica en la que el factor humano tenía una mayor importancia, mientras que la geomorfología tenía un papel relativo y no determinante de los procesos sociales, políticos y culturales.

Este debate que caracterizó los enfrentamientos entre geógrafos franceses y alemanes ha tenido continuidad en la geopolítica a lo largo de su todavía corta historia como ámbito específico de conocimiento. En la medida en que el determinismo geográfico constituye una corriente intelectual y académica que ha persistido durante todo este tiempo, y que se ha manifestado de diferentes maneras, nos encontramos con que en la actualidad encuentra expresión en autores que en el ámbito de las relaciones internacionales suelen mantener un punto de vista realista.[3] En estos casos suelen recurrir a un enfoque epistemológico positivista que pone el énfasis en la influencia decisiva del medio geográfico sobre el comportamiento humano. Por el contrario, los principales detractores de esta manera de hacer geopolítica, y que en la mayoría de las ocasiones proceden del campo de las humanidades, sobre todo la historia y la geografía, son los autores de la denominada geopolítica crítica, quienes no dudan en fundamentar sus análisis críticos en planteamientos tomados de la filosofía postmoderna y de la sociología constructivista.[4]

El problema de fondo en esta polémica radica en gran parte en el modo en el que es entendida la realidad y, por tanto, cuáles son los aspectos más importantes que nos ayudan a entenderla. Esto conlleva definir el papel que le corresponde ocupar en todo esto a la geografía física, lo que, como decimos, ha llevado a algunos autores ha considerarla el factor decisivo a la hora de explicar fenómenos políticos y de otro tipo. Pero este planteamiento es reduccionista, determinista e ignora la complejidad del ser humano, así como el hecho de que las sociedades políticas son una realidad contingente que cambia a lo largo del tiempo. Por esta razón el medio geográfico, y más concretamente los factores geográficos que influyen en la vida de las sociedades, tan sólo son condicionantes debido a que ofrecen diferentes alternativas o posibilidades de entre las que el sujeto hace su elección final. Esto hace, por tanto, que en un mismo contexto geográfico existan respuestas diferentes a la influencia de los factores de la geografía.

De lo hasta ahora expuesto se deduce, entonces, que los planteamientos geodeterministas no sólo son reduccionistas y simplificadores, sino erróneos en la mayoría de sus conclusiones al considerar al ser humano como una realidad irrelevante en la medida en que es desprovisto de su historicidad, de su carácter contingente por el que continuamente está constituyéndose y reconstituyéndose. No se trata de una realidad acabada y definitiva, por lo que no es en modo alguno equiparable al resto de especies animales que, a diferencia de los humanos, ofrecen una mayor regularidad en los patrones de respuesta que ofrecen ante la influencia del medio geográfico. Esto es debido a que estas especies nacen programadas, mientras que el ser humano nace desprogramado y admite multitud de respuestas posibles frente a un mismo estímulo. Inevitablemente esto hace que los factores geográficos no sean determinantes, sino únicamente condicionantes.

Dicho esto, y respondiendo de nuevo a la pregunta que encabeza este artículo, la geopolítica no es una ciencia, al menos en los términos que definen a una ciencia dura, sencillamente porque su objeto de estudio así lo impide. Así, en la medida en que el ser humano no es reducible a la condición de una rata de laboratorio, por más que a muchos les gustase que así fuese, la geopolítica sólo es posible conceptualizarla como una ciencia humana o social al exigir el uso de métodos de estudio adaptados a su objeto de estudio para, así, entenderlo en sus propios términos. De esta forma es posible entender el tipo de relación política que una sociedad establece con el medio geográfico que habita, y de la que se deriva la organización de sus relaciones exteriores.

 

[1] Ratzel, Friedrich, Politische Geographie, Leipzig, R. Oldenbourg, 1897. Semple, Ellen Churchill, Influences of Geographic Environment: On the Basis of Ratzel’s System of Anthropo-Geography, Nueva York, Henry Holt and Company, 1911. Huntington, Ellsworth, Civilization and Climate, New Haven, Yale University Press, 1915. Ídem, The Character of Races as Influenced by Physical Environment, Natural Selection and Historical Development, Nueva York, Charles Scribner’s Sons, 1925

[2] Goblet, Yves-Marie, Le Crépuscule des Traités, París, Berger-Levrault, 1934, pp. 4 y 259

[3] Diferentes expresiones de geodeterminismo pueden encontrarse en obras de autores como Sempa, Francis P., Geopolitics: from the Cold War to the 21st century, Canadá, Transaction Publishers, 2002. Kaplan, Robert, La venganza de la geografía, Barcelona, RBA, 2017. Marshall, Tim, Prisioneros de la geografía, Barcelona, Península, 2017

[4] Ó Tuathail, Gearóid, Critical Geopolitics, Minneapolis, Borderlines, 1996. Agnew, John y Stuart Corbridge, Mastering Space. Hegemony, Territory and International Political Economy, Londres, Routledge, 1995