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ORÍGENES DE LA GEOPOLÍTICA

Los orígenes de la geopolítica suelen ubicarse a finales del s. XIX. Esto se debe a que fue en 1899 cuando Rudolf Kjellén, politólogo sueco, acuñó este término para desarrollar su particular manera de entender la ciencia política desde una perspectiva en la que relacionaba los fenómenos políticos con el medio geográfico.[1] Sin embargo, debemos apuntar que la determinación de los orígenes de la geopolítica depende del modo en que consideremos esta.

A grandes rasgos existen dos maneras diferenciadas, aunque complementarias, de entender la geopolítica. Bien como un ámbito de conocimiento específico, o bien como una práctica que se encuentra presente en las relaciones de poder en su despliegue sobre el medio geográfico. Esto pone de manifiesto lo complejo que resulta dilucidar los orígenes de la geopolítica, pues ambos facetas se entrecruzan mutuamente. A pesar de esto intentaremos hacer una generalización que, sin entrar en demasiados detalles, ofrezca una imagen general de esta cuestión.

La geopolítica es, antes que nada, tal y como acabamos de indicar, una práctica inserta en las relaciones de poder en la medida en que estas son desplegadas sobre el espacio al mismo tiempo que lo organizan. De este modo el poder crea espacio al mismo tiempo que está condicionado por el medio geográfico.[2] Por todo esto no podemos ignorar que el poder ocupa un espacio, tiene su lugar al ser un centro. De ahí que nos veamos obligados a hablar en numerosas ocasiones de centros de poder en torno a los que existen periferias. Por tanto, esto confirma en gran medida lo dicho por Karl Haushofer: “Si bien las bases teóricas de la geopolítica fueron establecidas recientemente, su aplicación práctica |…| es tan antigua como la historia misma”.[3]

En su propio desarrollo histórico el poder, para su propia conservación y expansión, ha requerido desarrollar su actividad en consonancia con las condiciones geográficas que le impone el medio en el que se desenvuelve. Esto lo vemos en hechos tan evidentes como la preparación de la guerra, la administración de justicia, el establecimiento de capitales, la ordenación urbanística, la creación de infraestructuras de diferente tipo, la utilización de la tecnología en las comunicaciones y el transporte, las inversiones financieras, etc. Las decisiones del poder tienen implicaciones sobre el espacio, pero de igual manera están condicionadas por ese mismo medio geográfico que trata de ordenar.

Esta dimensión de la geopolítica, como una práctica que forma parte de las relaciones de poder en su despliegue sobre el espacio, no ha sido estudiada, y sin embargo constituye un aspecto fundamental de la misma sin la que no podría entenderse absolutamente nada de ella. Por el contrario, lo habitual es que la geopolítica haya sido considerada únicamente como una disciplina, ciencia, método o ámbito de conocimiento. Esto ha hecho que la geopolítica haya quedado reducida a una dimensión puramente intelectual y analítica que encuentra su máxima expresión en las diferentes teorizaciones que han sido llevadas a cabo desde diferentes puntos de vista.

Lo anterior nos conduce irremediablemente a abordar esa otra faceta de la geopolítica. En este sentido debemos constatar, en primer lugar, que justamente esas prácticas a las que hemos aludido antes son las que en último término han generado a partir de la experiencia una serie de conocimientos sobre la relación entre el poder y el espacio, y sobre todo entre el poder y su actividad como organizador y creador del espacio. En este sentido podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la geopolítica es en gran medida la cristalización de ese saber acumulado a lo largo del tiempo a través de estas prácticas del poder en la administración de su dominación. No es casualidad, entonces, que el origen disciplinar de la geopolítica se encuentre nada más y nada menos que en la ciencia política, cuyo principal objeto de estudio son las relaciones de poder en la sociedad.

Los antecedentes de la geopolítica se remontan a la Antigüedad, periodo histórico en el que comienza a formarse la geografía, y que expresa un claro interés por el medio geográfico para conocerlo mejor con vistas a dominarlo y, consecuentemente, a organizarlo. Esto explica que la geopolítica se nutriese del saber geográfico dado que se trata, tal y como indicó Yves Lacoste, pero también Gearóid O’Tuathail al hablar de lo que llamó geopoder, de un saber estratégico que resulta fundamental para que el poder pueda desarrollar su dominación.[4] Por este motivo nos encontramos que entre los más lejanos precursores de la geopolítica están figuras como Eratóstenes, Heródoto, Estrabón y tantos otros que hicieron valiosas aportaciones a la geografía, y que con ellas contribuyeron directa o indirectamente a informar al poder, con todos los datos que llegaron a recopilar, acerca de las condiciones en las que tenía que desenvolverse para, así, adaptarse al medio con decisiones que estuviesen en consonancia con este.

De este modo observamos que la formación de la geopolítica ha seguido un camino en el que el saber geográfico se ha entremezclado con las prácticas del poder en su labor organizadora del espacio, sobre todo al facilitarle la información necesaria para el ejercicio eficaz de su dominación. Debido a todo esto la geopolítica, como ámbito de conocimiento específico, se nutre fundamentalmente del saber geográfico a partir del que desarrolla sus propios y particulares conceptos y análisis a la hora de abordar el estudio de la realidad, y más concretamente de las relaciones entre los fenómenos políticos y el medio geográfico.

Llegados a este punto cabe afirmar que la geopolítica es en última instancia un acontecimiento en el que alguien, en este caso Rudolf Kjellén, puso nombre a un campo de conocimiento y acción que existía previamente fruto, como decimos, de la conjunción del saber geográfico con las prácticas del poder en el medio geográfico. Pero cabría preguntarnos, entonces, por qué este campo de conocimiento recibió nombre a finales del s. XIX, y fue identificada su existencia en el terreno intelectual, y no antes. En este punto es en el que entran en juego como elemento explicativo decisivo las condiciones de la historia política internacional de dicha época.

Para finales del s. XIX la geografía constituía un saber institucionalizado con sus propias cátedras en las más importantes universidades del momento. Pero juntamente con esto hay que añadir que las circunstancias internacionales dieron un especial impulso al desarrollo de la geografía en el marco del proceso de expansión colonial de las principales potencias. En lo que a esto respecta la tarea imperialista de los Estados más poderosos de aquella época requirió conocimientos útiles para cartografiar la superficie del planeta de cara a su posterior dominación.[5] Asimismo, hay que sumar la existencia de diferentes procesos de construcción nacional en Europa, como es el caso de Alemania, que exigían el desarrollo del saber geográfico para su utilización política de cara a la creación de un nuevo Estado.

En este complejo contexto político e internacional es en el que se evidenció la perentoria necesidad de abordar de un modo sistemático la relación entre espacio y política, lo que fue llevado a cabo inicialmente desde la incipiente geografía política. Así pues, el nacimiento de la geopolítica es debido sobre todo a la a las necesidades de los Estados para organizar su territorio, pero también para el ejercicio del gobierno, la seguridad nacional, la conquista imperial, etc. Tal es así que el último tercio del s. XIX fue decisivo en lo que a esto respecta, al ser el periodo en el transcurso del que la geografía político tuvo un desarrollo importante y considerable a través de aportaciones de diferentes autores, pero de un modo particular de Friedrich Ratzel.

La lucha imperialista y la construcción nacional fueron los procesos que, a nivel inmediato, influyeron de un modo decisivo en la aparición de la geopolítica. Kjellén simplemente se limitó a poner nombre a este campo de conocimiento y de acción, al mismo tiempo que respondía a su particular manera de reenfocar la ciencia política y el estudio de las relaciones de poder. La geopolítica, en definitiva, era la respuesta a las necesidades derivadas de la lucha por el poder internacional, y consecuentemente una lucha por el espacio con el propósito de conseguir una nueva distribución del mismo, pero también de los procesos de construcción de nuevos Estados, tal y como ocurrió en Europa central.

 

[1] Kjellén, Rudolf, “Studier öfver Sveriges politiska gränser” en Ymer Nº 19, 1899, pp. 183-331

[2] Respecto a la creación del espacio es recomendable la lectura de algunas aportaciones contenidas en este sentido en Lefebvre, Henri, La producción del espacio, Madrid, Capitán Swing, 2013

[3] Citado en Dorpalen, Andreas, Geopolítica en acción. El mundo del Gral. Haushofer, Buenos Aires, Pleamar, 1982, pp. 28-29

[4] Lacoste, Yves, La geografía: un arma para la guerra, Barcelona, Anagrama, 1977. Ó Tuathail, Gearóid, Critical Geopolitics, Minneapolis, Borderlines, 1996

[5] Taylor, Peter J. y Colin Flint, Political Geography: World-economy, Nation-state, and Locality, Essex, Pearson, 2007, p. 5